Conocía a Francisco desde niño, habíamos jugado, reído y llorado juntos muchas veces. Su familia había emigrado a Alemania, buscando oportunidades que no tenían o no habían sabido encontrar en su Galicia natal.

Sus padres, que por supuesto conocía perfectamente al igual que a sus hermanos, eran muy trabajadores y tenían un gran corazón, pero nunca lograron alcanzar la bonanza económica suficiente como para disfrutar de caprichos.

Siempre había admirado en Francisco sus múltiples capacidades, comenzando por su inteligencia, su visión de las oportunidades, sus grandes dones para organizar y gestionar todo lo que tuviera delante, y como no, su capacidad para focalizarse y ser tremendamente eficiente. De hecho, se sacó dos carreras universitarias a la vez que trabajaba.

De niño ya era un líder con los amigos así que, al crecer, como no podía ser de otro modo, en muy poco tiempo se convirtió en un importante ejecutivo.

Sus ingresos fueron en aumento acorde a la responsabilidad de los puestos que ocupaba, lo que le permitió construir una preciosa casa y posteriormente adquirir una segunda residencia.

Hace unos meses, con tres hijos adolescentes, y tras pasar por un divorcio algo desagradable, Francisco me reconoció que tenía la sensación de estar reiniciando su vida en muchos sentidos, y en particular a nivel económico ya que volvía a estar casi donde empezó veinte años atrás en lo que a Patrimonio se refería.

De hecho, toda esa admiración que yo le dispensaba por las grandes capacidades que reconocía en él, durante años iba de la mano de la incredulidad, al ver que no usaba todas esas virtudes para crear riqueza para él mismo y su familia.

Se había convertido en un asalariado muy bien pagado, pero en ningún momento había tenido la iniciativa de crear un negocio propio que le permitiera multiplicar su dinero. De hecho, sus únicas inversiones habían sido en inmuebles que usaba de forma habitual o puntual, y esporádicamente la compra de algunas acciones en bolsa, pero con escaso éxito.

En cambio, su buen hacer llevó a la empresa que dirigía a disfrutar de una expansión y crecimiento enormes, que la habían convertido en un referente de su sector.

Ver a mi amigo en ese estado, con ese enorme potencial usado única y exclusivamente en beneficio de la empresa que lo tenía contratado, me movió a hacer algo que no acostumbro a hacer con los amigos, proponerle revisar con su subconsciente qué lo estaba frenando de ese modo.

Tras explicarle cómo yo veía desde fuera ese enorme desequilibrio en su vida, me reconoció que esa reflexión también se la había hecho él en alguna ocasión, pero que sentía como si algo dentro suyo le impidiese crear su propio negocio. Y sin pensárselo dos veces, me dijo: “adelante, investiga a ver qué encuentras, y por favor quita lo que me esté frenando”.

Aplicando los protocolos que enseño de Método INTEGRA, fueron saliendo una tras otra todas las explicaciones del porqué de su vida.

Lo primero que encontramos fueron unos acuerdos kármicos de pobreza y sacrificio, o lo que es lo mismo, compromisos que él mismo hizo en alguna vida pasada, y que ahora le frenaban para generar y acumular riqueza.

Como acostumbra a suceder, las carencias de su infancia también le pasaban factura de adulto. Encontramos un trauma emocional relacionado con uno de los muchos episodios vividos con sus padres, cuando queriendo ir a un viaje cultural organizado por el colegio, sus padres no se lo pudieron permitir, y quedó ante los ojos de todos sus compañeros como “el pobre de la clase”. He de reconocer que el origen del trauma apareció en su recuerdo de forma “espontánea”, ya que con Método INTEGRA no es preciso buscar dicha información, pero a él le hizo todo el sentido.

También encontramos en el subconsciente de Francisco múltiples creencias que le impedían, entre otras cosas, dejar de ser un “empleado ejemplar”, así como renunciar al salario fijo que le llevaba a tener (una falsa) sensación de seguridad. De hecho, me reconoció que en su interior siempre le había quedado resonando aquello que le decían sus padres de “Eso no es para nosotros”.

Francisco no salía de su asombro, especialmente cuando encontramos que tenía una lealtad con su abuelo Julián, a quien amaba con locura de niño. Julián había sido un hombre de bien, con principios y valores muy altos que le llevaron a ayudar a mucha gente durante los años posteriores a la Guerra Civil en España desde su puesto de secretario judicial. Su padre le contó a Francisco muchas historias de Julián y de cómo siempre había rechazado los múltiples sobornos y había logrado escabullirse de los intentos de chantaje. Según su padre, el miedo a lo que le podría pasar si dejase de tener la cobertura del Estado, le impidió tomar acción y plasmar en negocio alguna de sus muchísimas ideas, ya que era una persona realmente creativa.

Cuando llegamos a la programación de autosabotaje, Francisco ya se había rendido a la evidencia de lo que su subconsciente mostraba. El miedo al fracaso y la falta de objetivos claros y definidos, actuaban como combustible interno para frenar cualquier intento de avance que le permitiera salirse del patrón de carencia que siempre había tenido.

Tras eliminar todas estas memorias y programaciones, así como algunas otras que también aparecieron, procedimos a grabar multitud de creencias que permitieran a Francisco sintonizar a nivel subconsciente con la prosperidad, primer paso para cambiar su situación.

Tres meses más tarde, Francisco me explicó que llegando a casa el día en el que trabajamos, se apuntó a un curso para adquirir los conocimientos necesarios sobre el dinero y las inversiones, algo a lo que nunca había prestado atención, y que con lo que allí aprendió, unido a sus propios conocimientos y experiencia, había montado una empresa de consultoría estratégica, y ya tenía cuatro clientes importantes. Por el momento era prudente y me comentó que simultanearía su nueva actividad con el puesto en la empresa para la que trabajaba desde hacía ocho años, lo cual me pareció un ejemplo más de su buen criterio.

Francisco es un ejemplo típico de las enormes limitaciones que nuestra mente subconsciente, a través de sus múltiples memorias, nos genera para ser realmente prósperos y generar riqueza. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia, pero he de decir que, salvando las diferencias, son muchos los Franciscos que vagan por el mundo conectados con la carencia y, en consecuencia, viviendo por debajo de su potencial.

La prosperidad es un estado del Ser que podemos alcanzar con la transformación a nivel subconsciente, pero con eso no basta para generar y acumular riqueza. El puente entre la prosperidad y la riqueza se cruza actuando, pisando firme sobre una base de conocimientos sólidos.

Si realmente deseas recorrer ese camino, te invito a nuestro próximo curso de Prosperidad y Riqueza. Allí encontrarás todo lo necesario para sintonizar con la prosperidad y tender el puente que sostendrá tus pasos hacia la riqueza.

 

Ricardo Eiriz
Creador de Método INTEGRA
Embajador de la Paz y la Buena Voluntad de San Cristóbal de las Casas (Chiapas, México) ante la UNESCO

 

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