Afortunadamente, la esclavitud, el racismo y la discriminación por cuestiones de raza, religión, sexo, o ideología, fueron prácticamente erradicadas hace bastantes años de nuestras sociedades a través de los derechos fundamenta-les que la Constitución de cada país tiene establecidos.

No muchos años atrás, algunas personas eran separadas de sus familias en contra de su voluntad, no se les permitía el acceso a determinados lugares pú-blicos, su opinión no era tenida en consideración en la sociedad, o incluso eran sometidos y vejados al ser considerados “inferiores”.

Incluso se llevaban a cabo supuestos estudios científicos para justificar dichas actuaciones, argumentando que esos actos estaban apoyados por la ciencia.

Por supuesto, te habrá venido a la mente el trato dispensado a negros y judíos, quizás de lo más extremo que podemos recordar, pero no olvidemos que hace tan solo unas decenas de años que se permitió votar a las mujeres en muchos países “democráticos”, como por ejemplo Suiza y, todavía hoy en día en mu-chos lugares no se les permite entrar en determinados establecimientos “ex-clusivos para hombres”.

La evolución nos ha permitido alcanzar metas cada vez mayores en cuanto al respeto y la aceptación de los demás. Los Derechos Humanos Fundamentales se han ido nutriendo de todas esas experiencias que nuestra sociedad vivió, y que mira ahora desde la distancia con vergüenza, permitiendo alcanzar unas libertades de las que muchos nos hemos venido sintiendo orgullosos, espe-cialmente cuando mirábamos a otros lugares del planeta donde esas liberta-des no existían.

Estamos en un momento crítico de la historia de la humanidad. Las libertades logradas a lo largo de tantos años y sustentadas en tanto sufrimiento, se están tambaleando.

La libertad de movimiento se ha visto limitada sensiblemente, e incluso elimi-nada por largos periodos de tiempo.

La libertad de expresión a través de los medios de comunicación y las redes sociales ha sido cercenada cuando la opinión o el mensaje es contrario al “mensaje oficial”.

La libertad de decisión sobre uno mismo parece haber desaparecido desde el momento en el que pincharse es una obligación para recuperar parte de otras libertades “secuestras”.

Aunque me cuesta creerlo, tengo la sensación de estar ante un régimen dicta-torial y totalitario donde se busca el control absoluto de la población, a nivel físico, mental, emocional, e incluso económico.

Prueba de ello es el adoctrinamiento a través de los medios, en ocasiones ba-sado en una supuesta justificación científica no contrastada ni debatida real-mente, y en otras simplemente orquestado en base a la repetición de un mis-mo mensaje hasta la saciedad.

“O avanzas en la dirección que te digo, o recibes el castigo”

Desgraciadamente, el adoctrinamiento basado en el miedo, juntamente con la privación de libertades como paso previo al chantaje para recuperarlas par-cialmente, están llevando a buena parte de la población a convertirse en los nuevos esclavos del sistema, con la salvedad de que quienes están siendo abierta y públicamente discriminados son aquellos que no entran al juego.

Me viene a la mente la forma de actuar de la inquisición… “O aceptas a Dios, o te vas a la hoguera”.

Pese a todo, no debemos olvidar que somos nosotros, los individuos, quienes le damos el poder al Sistema. Si aceptamos renunciar a los Derechos Huma-nos y a las libertades logradas por la lucha de nuestros antepasados, no tan solo nos estamos haciendo un flaco favor a nosotros mismos, sino que esta-mos comprometiendo el futuro de las generaciones venideras.

 

Ricardo Eiriz
Creador de Método INTEGRA.
Embajador de la Paz y la Buena Voluntad de San Cristóbal de las Casas (Chiapas, México) ante la UNESCO.