Nuestra misión como padres es educar a nuestros hijos para que sean personas felices, lo que comporta una gran responsabilidad. Los padres somos totalmente responsables de la felicidad de nuestros hijos. El problema nace en el momento en que no sabemos cómo afrontar esa responsabilidad.

No hemos sido educados para ser felices, y con esos cimientos, se nos hace muy complicado educar a nuestros hijos para que ellos lo sean.

Es habitual pensar que nuestros hijos serán felices si tienen todo lo que desean, si no les falta de nada. Cada vez nos cuesta más decir no y poner límites. Confundimos cubrir sus demandas con hacerlos felices, perdiendo de vista nuestra verdadera misión: educarlos para ser personas felices.

Si realmente deseamos hacer un buen trabajo con nuestros hijos, y ayudarles a que se conviertan en personas felices, debemos comenzar por el principio, y definir qué es para nosotros una persona feliz.

Para muchos, la felicidad se encuentra en el TENER… Tener mucho dinero, tener un determinado auto, tener joyas, tener una casa maravillosa en un lugar increíble, tener una determinada posición social, tener una pareja “perfecta”, tener una familia de película, tener un determinado trabajo, etc. En este caso estamos ante una supuesta de felicidad sobre la que no tenemos control. Se trata de una felicidad efímera, que desaparece al poco tiempo de alcanzarla. Las personas con esta concepción de felicidad son rehenes de las circunstancias, y difícilmente tienen el control de sus estados emocionales.

Para otros, entre los que me incluyo, la felicidad se encuentra en el propio individuo, en el SER. Este tipo de personas somos felices con independencia de las circunstancias, porque decidimos que así sea. Tener o no tener no afecta a nuestra felicidad. Esta compresión de la felicidad lleva al individuo a tener el control de su vida desde el punto de vista emocional en todo momento.

Las personas que conciben la felicidad en base al tener, no se ocupan de ser felices, sino de alcanzar el éxito y de tener más… Cuando les damos a nuestros hijos todo lo que nos piden, o incluso más, estamos inculcándoles esta visión. Los estamos educando de modo que les será muy difícil tener el control de sus vidas a nivel emocional, y consecuentemente difícilmente serán felices.

Por el contrario, las personas que conciben la felicidad como un estado interior de paz, amor, equilibrio, armonía, coherencia, etc., acostumbran a educar desde el ejemplo, creando armonía en su vida. No olvidemos que los niños aprenden mayoritariamente de lo que ven en las personas que les rodean. Aprenden de lo que ven que nosotros hacemos. Si creamos un entorno de amor, y ofrecemos coherencia en todo lo que hacemos, nuestros hijos desarrollarán las creencias que les permitirán vivir de ese modo.

Ya que no se nos ha educado para ello, y aunque únicamente fuera por el bien de nuestros hijos, debemos aprender a ser felices y a educar con el ejemplo. Piensa que tus hijos, cuando sean adultos, repetirán los mismos hábitos y patrones de comportamientos que han visto en casa siendo niños.

Realmente, ¿quieres que tus hijos sean personas felices o prefieres que tengan felicidad a ratos? La decisión es tuya.

 

Ricardo Eiriz
Creador del Método Integra®