Por Laura Verónica Fernández, instructora de Método INTEGRA.

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Con Carlos trabajamos el objetivo de superar el dolor que le había provocado la infidelidad de su esposa. Este episodio le había costado no solamente sentirse traicionado, sino que le afectaba en su vida cotidiana aun después de haberse separado. Tenía insomnio, había perdido las ganas de disfrutar de la vida y descreía que esto pudiera cambiar. Igualmente, y como ya existía conmigo una amistad de muchos años accedió a trabajar con Método INTEGRA. Tuvimos una reunión previa en la que yo le explique qué era la reprogramación subconsciente y paradójicamente al no tener tantas expectativas su cambio fue radical, ya al otro día de haber terminado con el proceso.

A continuación está su experiencia contada en primera persona. Para mí fue un placer acompañarlo en su transformación, y cada día que hablo con él me alegra más y más haber podido participar de su nueva construcción de vida feliz. Para mí, como facilitadora, lo que más me importa es empoderar a las personas que acompaño en su transitar por este camino de descubrimiento, porque de esta manera también me empodero yo, y compartimos un gran avance. La experiencia y vivencia de cada persona me permite también a mí aprender y mejorar, me permite conectar y alinear mi propio subconsciente con la creencia de que se puede cambiar rápidamente sin conectar con el evento que programó tanto dolor.

Mi nombre es Carlos, tengo 40 años de edad y este es mi recorrido personal desde el dolor abrumador y destructivo, de esos que queman y corroen al mismo tiempo, hacia la felicidad plena, pasando por la incertidumbre del camino desconocido, por el alivio de la mano amiga y por la emoción de un nuevo amanecer.

Corría febrero del año 2017 y todo aquello que era mi vida entera, por lo cual yo vivía y moría, se derrumbaba delante de mis ojos arrasados de lluvia e incredulidad. Lo que pensé que nunca me iba a suceder, pasó. La persona dueña de mi corazón y de mi vida entera me engañó, me fue infiel. Lo pongo de esta manera porque son palabras que meses atrás me lastimaban como la hoja más afilada, y sin embargo hoy son ecos de palabras vacías y sin carga emocional para mí. Y eso es parte de la magia que he vivido…

Cursé 2 años de dolor y extravío emocional; dos años a través de los cuales mi lucha interna entre perdonar la mano que me había destrozado en mil pedazos y la culpa por no poder lograr una vida “normal” otra vez, me rompía por dentro una y otra vez.

Eventualmente logré, a fuerza de gran sacrificio personal, poner un punto final en el calvario que se había transformado mi vida personal, convocando a una separación luego de 20 años de matrimonio.

Y luego, lo que a priori parecía más sencillo, que era el seguir adelante y reconstruir los pedacitos de mi vida, se transformó en una tarea sumamente dolorosa y llena de aristas; porque me di cuenta de que habían quedado emociones y reacciones negativas grabadas en mí, fantasmas horribles y tóxicos de mi relación pasada, que se negaban a soltarme, y me empezaba a hundir con ellos en la resignación de una vida vacía y sin sentido.

Concretamente, no podía procesar todo el daño que me habían hecho, y todo el dolor, humillación y asco que había sentido en su momento, volvía a mí con cada recuerdo. Llegué al punto de dormir 4 horas por noche, despertando 2 o 3 veces sin saber la razón cierta de ello. Mi humor se oscureció, mi capacidad de concentración disminuyó demasiado, comencé a desarrollar gastritis, me alejé de todo, porque todo me hacía mal.

Y entonces fue cuando llegó a mí la mano que me rescató; mi fantasma personal de la navidad pasada, un ser que vino a mi desde muy lejos en mi pasado para decirme que me tranquilizara, que ella estaba aquí y que todo iba a salir bien. Su nombre: Laura Fernández. “Laly”.

Cuando, por estas cosas de las redes sociales y sus azares, volvimos a hablar luego de tantos años sin contacto, mi amiga desde la adolescencia se ofreció en varias ocasiones para brindarme su conocimiento personal y ayudarme a resolver mis traumas, o al menos intentarlo.

Luego de pactar día y hora, retomamos un contacto pausado 22 años atrás, y todo fue sumamente grato y fluido. En lo que fueron 3 sesiones de charla, reencuentro y confidencias, Laly logró aplicar su magia sobre mí. Y lo pongo de esta manera, porque no hay mejor manera de describirlo…

MAGIA…

Ocurre que, luego de la tercera sesión, comenzaron los cambios o, mejor dicho, comenzó la locura. Al punto de preguntarle al tercer día: “¿Qué me hiciste?”

Porque sinceramente, mi mundo recibió un cambio radical.

De pronto noté que me llenaba de calma, de tranquilidad, mis revoluciones diarias bajaron al mínimo. Lo siguiente fue empezar a sentir que aquellas emociones que tanto daño me hacían, se desvanecían como si fuesen recuerdos de una vida distante y lejana, hasta llegar al punto en que perdieron todo su poder sobre mí. Hoy puedo traer a mi memoria todo lo sucedido, absolutamente todo, sin miedo al dolor y al resentimiento. Fui capaz de perdonar, soltar y dejar ir Traumas y personas por igual.

Hoy duermo como infante: mucho, suave y de corrido, como hacía mucho no lograba. Con el tiempo he logrado desarrollar un sentido de la alegría y el disfrute permanente. Me río, canto y bailo solo por la casa y hasta en el trabajo, al punto que la gente que me rodea no entiende bien qué sucede. Solo aquellos que están al tanto de mi historia personal lo saben y se alegran por mi sanación, por mi desarrollo y por mi evolución.

Porque hoy descubrí que soy un individuo, que piensa y siente, legitimado por mí mismo. Lo cual era algo que había perdido y no me había dado cuenta. Finalmente aprendí a valorarme y hacerme valorar, o al menos respetar. Desarrollé un sentido de la autoestima inquebrantable. Descubrí las pequeñas y grandes alegrías de la vida diaria, encontrando una plataforma emocional firme y sobre la cual puedo hacer pie sin miedo a caer.

También soy consciente de que esto ha sido solo el comienzo, y que siempre hay lugar para el crecimiento y el desarrollo personal, pero eso será cuestión de tiempo.

Hoy soy un hombre que mira el camino recorrido, orgulloso de sus cicatrices, con mucho aprendizaje a cuestas, feliz de contar con personas tan maravillosas como Laura de mi lado, expectante por lo que sigue y tranquilo de saberme con las armas necesarias para seguir adelante.

Gracias…

Carlos Sarmiento