Una cosa es la imagen que transmitimos y otra muy distinta lo que realmente llevamos por dentro.

El caso más extremo es el de los influencers, que buscan transmitir una imagen “idealizada”, cuando a menudo arrastran un sufrimiento atroz por la gran incoherencia que encuentran en sus vidas y que, por desgracia, ha llevado a algunos hasta el suicidio.

En una escala menor, gran parte de la población vive una realidad similar, ocultando detrás de una fachada su verdadero yo, muchas veces lleno de dolor y sufrimiento.

Estamos viviendo uno de los momentos más retadores de la historia de la humanidad, y basta hacer una pequeña búsqueda por internet para darnos cuenta de que nunca antes han habido tantos casos de ansiedad, estrés, depresión y, lamentablemente también suicidio.

El miedo, la incertidumbre y la desesperanza se han convertido en el caballo de batalla de buena parte de la población, llevándolos incluso a perder la ilusión por vivir.

El principal problema radica en que no se nos enseña de niños a realizar una gestión emocional saludable, y eso nos lleva a tener que aprender de adultos, habitualmente en base a prueba y error.

Siendo el dolor interior tan grande, la mayoría prefiere mirar hacia fuera y buscar culpables de lo que les sucede, asumiendo el papel de víctimas inocentes y sin opciones.

Pero nada más alejado de la realidad. El papel de víctima es una elección personal, así como también lo es el modo de responder ante lo que sucede en el mundo.

Conectar con el miedo, la ansiedad, el estrés, la depresión o cualquier otro estado emocional es una elección que cada uno tomamos. Ahora bien, es una elección inconsciente, ya que es ahí, en esa parte de nuestra mente que no pasa por nuestro pensamiento, donde elegimos las emociones que sentimos, del mismo modo que lo hacemos con nuestros pensamientos repetitivos y mantenemos nuestros hábitos de todo tipo.

Nadie nos obliga a sentirnos mal si nosotros no lo permitimos. Ni los medios de comunicación con la basura que acostumbran a meter en nuestra mente día sí día también, ni los políticos con su gestión carente de valores y de respeto hacia las personas, ni nuestra pareja, nuestros vecinos o nuestros jefes tienen el poder de hacernos conectar con emociones si nosotros no lo permitimos.

La falta de educación emocional, y principalmente sobre el funcionamiento de nuestra mente subconsciente, condena a la mayoría de las personas a vivir sin recursos internos para gestionar el día a día, y más en estos momentos tan exigentes.

La fachada que mostramos lleva a muchos a pensar que son los únicos que padecen ese dolor interior, y que si lo hacen es porque algo está mal en ellos.

La mayoría piensan que deben superarlo por sí mismos, y además en silencio, ya que si los demás se enteran podrían etiquetarlos de locos o débiles, y eso sería todavía más doloroso. Obviamente, sin recursos internos se convierte en todo una tarea casi imposible.

Afortunadamente tenemos otros caminos para deshacernos de ese sufrimiento interior y desprendernos de la necesidad de utilizar una fachada que nos proteja.

La clave está en nuestro subconsciente. Sabiendo cómo funciona, cómo comunicarnos con él, cómo liberar las distintas memorias que nos mantienen anclados en un determinado estado emocional, y cómo cambiar nuestras creencias para ver la vida y a nosotros mismos con otros ojos, recuperaremos la libertad que nos permita vivir a nivel mental y emocional del modo que cada uno desee.

Nunca olvides que el sufrimiento no es una obligación, sino tan solo una elección personal.

 

Ricardo Eiriz
Creador de Método INTEGRA
Embajador de la Paz y la Buena Voluntad de San Cristóbal de las Casas (Chiapas, México) ante la UNESCO