María me contactó para superar un problema que arrastraba por más de 30 años (desde que tenía 9), y que por muchos médicos, psicólogos, psiquiatras y terapeutas que había visto durante ese periodo, no había tenido solución, la tricotilomanía, o lo que es lo mismo, la manía de arrancarse el cabello de forma compulsiva y descontrolada. Realizamos una sesión el 3 de junio, y bastó hacerle tres revisiones posteriores para eliminar algunas memorias latentes que se fueron activando para eliminar no tan solo la tricotilomanía, sino también el picor en la cabeza y los estados emocionales que desencadenaban la situación.
Dos semanas más tarde, tras ver los cambios, y descubrir ese estado de paz interior que nunca antes había tenido, María me solicitó trabajar un nuevo objetivo. En esta ocasión me pidió abordar su relación de pareja.
María me contó que, ahora que se valoraba a sí misma, veía que su esposo, con quien llevaba 20 años, jamás la dejaría crecer y desarrollarse como persona. Consideraba que él siempre trataba de apagarla, la hacía a un lado, trataba de que no sobresaliera, y ni siquiera la defendía cuando su familia política la ofendía y pisoteaba. Tienen un negocio propio en México, que inició María hace 7 años, para posteriormente incorporarse su esposo. Desde que su esposo entró en el negocio, María se fue apagando, haciéndose prácticamente invisible, y sintiéndose como una empleada sin responsabilidad ni reconocimiento alguno.
De hecho, María llegó a pedirle el divorcio hace algo más de un año, lo que provocó un pequeño cambio en su esposo, y le permitió ocupar algo más su lugar en el negocio, pero su actitud de fondo se ha venido manteniendo.
En base a esta situación, el 17 de junio decidimos trabajar el objetivo de “Tener una relación equilibrada con mi esposo, basada en el respeto mutuo, la confianza, el apoyo, y la igualdad.”
Hoy 8 de julio, María me envía esta carta para contarme qué ha sucedido desde que trabajamos este segundo objetivo.
“Hola Ricardo, Sabes, mi objetivo N.2 creo que ya lo alcancé, o si no me falta muy poquito. La relación con mi esposo se transformó de una manera muy bonita, los dos hemos cambiado muchísimo. Ahora sé poner límite, ahora le digo las cosas que me molestan, las cosas que me gustan, las cosas que me hacen sentir bien, ahora soy amable, cariñosa, respetuosa y amorosa, cosa que antes no era. Hay mucha comunicación, comprensión, respeto y sobre todo amor. No cabe duda de que, en nuestra relación hay más cosas buenas que malas y vale la pena buscar mi bienestar al lado de mi esposo. Él ha cambiado mucho, ahora me da mi lugar, me tiene confianza, me da libertad para hacer las cosas que me gusta hacer y de una forma natural, sin obligarlo. Yo hablé abiertamente de todo lo que me molestaba su comportamiento, y creo que esa fue la clave para lograr arreglar nuestras diferencias, ahora discutimos, pero muy pronto nos arreglamos. Sabes Ricardo, mi esposo me dice que le gusta más la persona nueva que soy ahora, y para mí él también es una persona nueva totalmente diferente. Mis hijos también se beneficiaron, ahora tenemos un hogar más armonioso, sin gritos y discusiones. Mi hija de 20 años se comía las uñas, y como cosa increíble lo dejó de hacer desde que me empezaste a trabajar. Es por eso que viviré eternamente agradecida, porque no sólo me cambiaste a mí, sino a mi familia. Muchísimas gracias, Ricardo.”