Hace casi diez años tomé una decisión que condicionaría totalmente mi vida: Elegí ser feliz. Lo que no fui capaz de ver en aquel momento es la repercusión que esa decisión tendría en la vida de todos los que me rodean, y de muchas otras personas que ni conocía por entonces, o que ni siquiera conozco ahora.

Ser feliz… es algo con tantos posibles significados como creencias respecto a la felicidad tenemos las personas. Personalmente interpreté la felicidad como un estado de paz interior y equilibrio que me permite vivir en coherencia.

Lo hice pensando en mí mismo, más con el tiempo me di cuenta que la mayor trascendencia estaba fuera de mí. Convertirme en una persona feliz me llevó a aceptarme tal como soy, a aceptar las circunstancias y a no juzgarme.

También me llevó a aceptar a los demás tal como son, entendiendo que su forma de ver y vivir la vida es tan válida como la mía, y por supuesto, a no criticarlos ni juzgarlos tampoco a ellos.

Las críticas destructivas, la humillación y el menosprecio desaparecieron de mi comportamiento. También el buscar culpables o el actuar como víctima. Por contra, me convertí en una persona con confianza y seguridad en mí mismo para afrontar cualquier situación.

Descubrí mi misión en la vida, y me convertí en una persona feliz y vital, con el ímpetu y la determinación necesarios para seguir mi propósito.

Los problemas son oportunidades, y siempre me centro en buscar soluciones sencillas, racionales y coherentes, sabiendo que mi valía y grandeza no crece a costa de la grandeza de otros.

Asumo mis responsabilidades, actúo sin miedo, y nada tengo que demostrar a los demás. Todo lo que hago es ser coherente conmigo mismo, priorizando las cosas que verdaderamente merecen la pena.

Me siento profundamente agradecido por estar vivo y por el reto de vivir la vida que tengo. No me cabe ninguna duda que este es el mejor momento de toda a historia para estar viviendo en este planeta, y que mi vida es un milagro y una bendición.

Vivo cada día como el mejor día de mi vida. Me despierto con una sonrisa, y me acuesto exactamente del mismo modo, siempre viendo el lado positivo de las personas y de cualquier situación.

Amar la vida, amarme a mí mismo y amar a los demás. De ahí parte todo.
Este soy yo, o mejor dicho, esta es la persona que elijo ser. Quizás me falte algo para serlo al cien por ciento, pero sin duda estoy decidido a serlo. Y ¿por qué? Porque este es el tipo de personas de las que me gustaría rodearme.

Siempre he pensado que no debo hacer a los demás lo que no me gustaría que me hicieran a mí, y lo mismo a la inversa… Deseo ser para los demás lo que me gustaría que ellos fueran para mí.

Convertirme en la persona descrita me permite compartir mi felicidad con los demás, y dar luz al alma de quienes me rodean.

¿Te animas a ser luz para tus seres amados?

 

Ricardo Eiriz